"No se puede vivir sin Princesas o Príncipes"
Le sucedió a Juan un día, enojado porque el trabajo no salía, llegó a su casa temprano y tropezó con los zapatos rojos de María, los pateó y algo dijo, de muy mala manera. María, que se estaba preparando para recibirlo escuchó y algo parecido a un crash se sintió en su alma y se dijo:
"Si Juan no le cree a mis zapatos rojos no me cree a mí"
Sin zapatos rojos María no se siente Princesa a quien viene a rescatar el Príncipe enamorado.
Hay
algo, dolorosamente cierto, Juan es bajito, bastante pelado y engordó
demasiado. María, con los chicos y las tareas de la casa suele estar de
mal humor, a los dos los salvaba de la rutina Jugar al Cuento de la
Cenicienta y, todos sabemos que los zapatos de cristal son muy, muy
frágliles.
"Y qué Gracia tiene vivir sin un Cuento de Princesas y Príncipes"
María,
que como muchas María insiste en besar sapos esperando que se hagan
Príncipes, se retocó frente al espejo, recogió sus zapatos rojos y casi
acariciándolos se los puso y le dijo a Juan:
"Juan, mientras se hace la comida ¿por qué no abrís una botella de ese vino especial que te regalaron?"
Cada vez que las Princesas y los Príncipes están por perder la Magia el vino, qué suerte, ayuda a seguir, un poco más y otro poco.
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