Decidir caminar con La Magia reclama mirar de otra manera.
Por momentos, mirar lejos, tan lejos como alcance la mirada y justo ahí, donde aparecen las montañas marrones, violetas, blancas imaginarse que uno las está caminando y que si insiste otro poco más y otro poco y, por supuesto, otro poco, llegará a la cumbre y, por fin, podrá mirar lo que hay del otro lado.
Por momentos, tomar vino.
Uno toma la primer copa y el vino, que no es fácil, como no es fácil la buena vida, se nos impone, con la segunda se empieza a mirar dentro de uno mismo, tan lejos y tan profundo como los gustos, los aromas, las texturas nos vayan llevando, despierta viejas nostalgias, con la tercera copa aparecen nuevos deseos, tienen tanta convicción que nos reclaman la urgencia de decidirnos.
La cuarta copa nos instala en la embriedad, el punto justo antes de la embriaguez donde , igual que con las cumbres, por fin vemos, de nosotros mismos, lo que siempre quisimos ver.
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