Llegó con hambre y ganas, cuando el siglo no se
terminaba, y un atado de sarmientos que se trajo de la casa de allá. Porque siempre se sintió hombre de dos casas, la de Agrelo y la de
Sicilia; las dos con tierras duras, sol fuertes y poco agua.
Los
nietos le dieron todos los gustos, fueron hombres y mujeres de saco y
corbata, o zapatos de taco y ropa de marca; las manos, sólo para los
gustos, no para trabajar con ellas.
De los nietos sólo dos siguieron con la viña.
El Juan, que se licenció de algo que el Nono nunca entendió y se fue afuera y volvió a los años con muchas ideas.
El Pedro, que se quedó con él y aprendió lo que aprendió, de verlo y trabajar juntos.
Cuando les tocó hacer vino juntos el Juan decía:
-"tenemos que comprar barricas de roble, por
lo menos americano, si no no podemos vender afuera".
Pedro en cambio insistía:
-"El nono no plantó un bosque de árboles, plantó uvas, hagamos vino sólo con uvas..."
Y ahí están, y ahí siguen discutiendo.
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