Desde siempre hay Lisandros en La Consulta. Empezaron hace
mucho con don Lisandro Vera, hombre entero si los hubo, que supo de
admiración cuando vivió, y vivió lo suyo; y luego de homenaje en el
nombre de los primogénitos, muchos Vera pero también Osorios, Rodriguez y
tanto buen hombre con el que las chicas Vera se casaron.
Y
todos saben, Los Lisandros son hombres del vino, vinos como los de
antes, Barbera, nada de domarle taninos ni de agregarles madera, vino
puro de uva.
Se dice que ese vino, el de los Lisandros,
áspero, que deja la boca seca y hace esperar el próximo trago es bueno para el amor.
Y
si no que lo diga el Doctor del Pueblo que se apareció a los años, los
suyos, con mujer jóven y linda a la que pretendía guardar ahí para que
nadie se la discutiera.
Sucedió
en la fiesta de la Santa Patrona, todas las autoridades en la misma
mesa, incluso el Juan, director de la escuela secundaria, hombre
retraído con poco para presumir, por lo menos al lado del intendente, el
bodeguero, el del acopio y el médico.
Un
Lisandro les sirvió el Barbera a Juan y a Alina, la muchacha traída de
Buenos Aires para presumir, y algo hizo ese vino que Juan y Alina se
miraron como nunca se habían mirado con nadie.
No hizo falta nada más, sin palabras, discretos, se encontraron en la puerta y fue Juan el que dijo:
- tengo el auto atrás...
o fue Alina la que preguntó:
-¿tenés auto...?
Se dieron cuenta tarde, el Barbera, todos sabemos, es vino de largas sobremesas,
Juan y Alina y/o Alina y Juan ya estaban vaya a saber dónde y con què planes.
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