viernes, 5 de octubre de 2012

La peculiaridad de las princesas

 
Clotilde no era buen nombre en aquellos tiempos, en donde sobraban las Rosas, Marías, Margaritas y Silvias.

Parecía, y lo era, un nombre que venía de atrás, de las épocas en donde a los nombres los decidía el santoral.
Aparte la Cloti era alta, más alta que las demás nenas y más altas que casi todos los nenes.
En esos tiempo en donde las chicas tenían que esperar que las sacaran a bailar los chicos, ninguno se animaba con la Cloti, se les decía, horriblemente, que "planchaban".
Hasta que un día, como en un cuento, apareció Sigifredo, que no parecía un príncipe, era bajo, robusto, bailaba mal y se vestía peor.
Pero la miró a la Cloti como si ella fuera, y lo fue por supuesto, una Princesa, igual que muchos años después cuando miró a ese parral de Barbera...
No dijo nada, lo cuidó mucho. Un par de años después hizo un varietal Barbera que se cansó de ganar premios, y en Italia, nada menos.
Por supuesto, se lo dedicó a su Princesa y lo llamó: Clotilde.

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