Silvia, la Merlot, desde siempre retraída, claro, le tocó una prima
como Andrea, puro Cabernet Sauvignon y prepotencia, se acostumbró a un
cierto perfil bajo, al menos aquí, donde siempre se sobrestimó el
estruendo.
Con el tiempo, la pura elegancia fue lo suyo,
collares de perlas, una sola vuelta, trajes Channel, zapatos de medio taco y
por supuesto camisas color crudo de seda.
Los hombres que ya
vienen de vuelta se sorprenden cuando la escuchan hablar de Spinoza y
cuando los otros se cansan de discutir de política ella insiste en
recordar Paris.
No hay comentarios:
Publicar un comentario