No les costó nada encontrarse en las miradas y en saber que se esperaban.
Se reían fácil y la sorpresa de la piel pronto se hizo minuciosidad exquisita.
Les gusta gustarse, detenerse en las caricias, intentar una vez más que todo sea deliciosamente parecido pero un poco diferente.
Por eso empezaron a tomar vino.
Se reían fácil y la sorpresa de la piel pronto se hizo minuciosidad exquisita.
Les gusta gustarse, detenerse en las caricias, intentar una vez más que todo sea deliciosamente parecido pero un poco diferente.
Por eso empezaron a tomar vino.
Hicieron su propio recorrido, advirtieron que los Sauvignon Blanc eran besos suaves, elegantes, cítricos, algo exóticos y tímidos, los Chardonay eran divertidos pero un poco serios, más largos, con otras frutas, más tropicales, ananá, maracuyá y banana, sin dudas, era cosa muy mayor tomar un Cabernet Sauvignon, frutas secas y especias, pimienta negra, tomillo, largo en boca, pensaron que ese beso iba ser para simpre.
Se les instalaba en el medio de la vida y les reclamaba más, más y más.
Cuando quieren estar muy divertidos toman Champagne y cuando necesitan muchos mimos toman Tocai Friuliano, diferente, maduro, con aromas florales y dulzón, un mimoso, cuando quieren más, en esos días difìciles en que los proyectos parecen desvanecerse, eligen un Merlot jóven, mermelada de frutos del bosque, un vino que invita a soñar y a proyectarse nuevamente.
Pedro y Felisa dicen... "los vinos son como nuestro amor, sorpresa, confusión, promesa, alegría, suave melancolía y entrega total".
No hay comentarios:
Publicar un comentario