Por
supuesto que lo que vale en vinos, y en hombres, es que en el momento justo den
justo lo que uno necesita.
La
frescura y acidez de un Sauvignon Blanc y hasta, por qué no, con un poco de
lima y mucho hielo para esos atardeceres de playa donde el cuerpo pide
refrescarse.
O un Cabernet Sauvignon con taninos duros, de esos que limpian la boca de un cordero o un lechón muy especiado. Quizás un Malbec al que ese par de años terminaron por redondearle las asperezas y acompaña justo unos vermichelis con salsa pomodoro.
O un Cabernet Sauvignon con taninos duros, de esos que limpian la boca de un cordero o un lechón muy especiado. Quizás un Malbec al que ese par de años terminaron por redondearle las asperezas y acompaña justo unos vermichelis con salsa pomodoro.
Los
hombres igual, un amigo pura risa con el cual salir del colegio o, mejor que
eso, ni siquiera entrar para andar por ahí. O ese compañero de cordada o negocios que es duro, decidido, al que no le
importa pagar lo que haya que pagar para llegar adonde dijeron querían llegar.
Siempre hay lugar en la vida para esos amigos que no son protagonistas, ni son muy graciosos ni son muy fuertes pero se ríen de nuestros chistes y acompañan, por ahí, nuestros esfuerzos.
Hay pocos vinos y pocos hombres a los que el tiempo mejora.
La
mayoría, año tras año, van perdiendo lo que supieron tener.
Hay que
apresurarse a tomarlos, disfrutarlos porque después, ya no son lo que eran
Pero
vinos, grandes vinos, hombres, de esos que son sabios necesitan algo...
la viña, la bodega, la vida, y el tiempo
la viña, la bodega, la vida, y el tiempo
Son
vinos hombres con estructura, con taninos fuertes, personalidades decididas,
que cuando jóvenes sin duda eran ásperos, astringentes, mordían la vida, de
poca risa y mucha, mucha decisión.
Mi
padre es de esos...
Un duro
de aquellos, lo suyo, pelearle a la vida, a veces le ganó, a veces perdió, sin
duda ganó mucho más que perdió y ganó mucho porque se arriesgó a perder tanto
así.
Tiene
más de ochenta y no se le notan, los zapatos impecables, el auto, por supuesto
qué menos, del resto ni hablar…
Viene a
casa a tomar mate, es de los que entran pateando puertas porque siempre las
manos ocupadas con los paquetes de lo que trae, siempre demasiado.
La
tarde, deliciosas, una pequeña brisa hasta nos da rumor marino, al hacer
bailotear los álamos y los tilos, cuando lo acompaño al auto, se detiene, casi
como leyéndome el pensamiento y me dice...
¨ hace mucho, en un viaje, no me acuerdo
por qué no manejabas, yo paré, te di el auto y te dije, dale, apurá, pasalo, no
te acordás... ¨
Como no
acordarme, yo tenía menos que dieciocho, hacía poco le había estrellado su
Valiant III, nuevo por supuesto, contra un colectivo que no tuvo otra
ocurrencia que pasar justo por donde yo quería pasar.
Viajábamos
no me acuerdo adonde, en una ruta de tierra, tomé el volante y en un momento
dudé de pasar a un camión, ahí fue cuando me dijo...
¨ apurá, dale, sin
miedo, pasalo ¨
Han
pasado muchos, muchos años, quizás siguiendo su estilo un día decidí ir por
más, busqué montañas altas, las más altas que tenía a mano y casi como
consecuencia me hice escritor.
No es
fácil ser escritor, decidir que uno tiene lo que hay que tener y aceptar que lo
que nos toca es seguir, seguir, más que eso... apurar
Es como
buscarme los taninos duros, de esos que te muerden el alma, que no te dejan
otra opción que esa...
Ser lo que tenés que ser
Para
hacer un gran vino hubo un agrónomo que preparó la viña y un enólogo que lo
soñó a ese vino
Los
dos confían que cuando el tiempo venga y lo descorchen ese vino sea un gran
vino, le creen al vino .
Eso hizo mi padre y eso trato de hacer
con mis hijos...
¨ Le creo al tiempo, les creo a mi hijos Ari
y Nuri ¨
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