domingo, 5 de agosto de 2012

Pocos vinos llegan a grandes vinos, pocos hombres llegan a sabios

Por supuesto que lo que vale en vinos, y en hombres, es que en el momento justo den justo lo que uno necesita.
La frescura y acidez de un Sauvignon Blanc y hasta, por qué no, con un poco de lima y mucho hielo para esos atardeceres de playa donde el cuerpo pide refrescarse.
O un Cabernet Sauvignon con taninos duros, de esos que limpian la boca de un cordero o un lechón muy especiado. Quizás un Malbec al que ese par de años terminaron por redondearle las asperezas y acompaña justo unos vermichelis con salsa pomodoro.

Los hombres igual, un amigo pura risa con el cual salir del colegio o, mejor que eso, ni siquiera entrar para andar por ahí. O ese compañero de cordada o negocios que es duro, decidido, al que no le importa pagar lo que haya que pagar para llegar adonde dijeron querían llegar.

Siempre hay lugar en la vida para esos amigos que no son protagonistas, ni son muy graciosos ni son muy fuertes pero se ríen de nuestros chistes y acompañan, por ahí, nuestros esfuerzos.


Hay pocos vinos y pocos hombres a los que el tiempo mejora.
La mayoría, año tras año, van perdiendo lo que supieron tener.
Hay que apresurarse a tomarlos, disfrutarlos porque después, ya no son lo que eran
Pero vinos, grandes vinos, hombres, de esos que son sabios necesitan algo...
la viña, la bodega, la vida, y el tiempo
Son vinos hombres con estructura, con taninos fuertes, personalidades decididas, que cuando jóvenes sin duda eran ásperos, astringentes, mordían la vida, de poca risa y mucha, mucha decisión.

Mi padre es de esos...

Un duro de aquellos, lo suyo, pelearle a la vida, a veces le ganó, a veces perdió, sin duda ganó mucho más que perdió y ganó mucho porque se arriesgó a perder tanto así.
Tiene más de ochenta y no se le notan, los zapatos impecables, el auto, por supuesto qué menos, del resto ni hablar…
Viene a casa a tomar mate, es de los que entran pateando puertas porque siempre las manos ocupadas con los paquetes de lo que trae, siempre demasiado.
La tarde, deliciosas, una pequeña brisa hasta nos da rumor marino, al hacer bailotear los álamos y los tilos, cuando lo acompaño al auto, se detiene, casi como leyéndome el pensamiento y me dice...
 ¨ hace mucho, en un viaje, no me acuerdo por qué no manejabas, yo paré, te di el auto y te dije, dale, apurá, pasalo, no te acordás... ¨
Como no acordarme, yo tenía menos que dieciocho, hacía poco le había estrellado su Valiant III, nuevo por supuesto, contra un colectivo que no tuvo otra ocurrencia que pasar justo por donde yo quería pasar.
Viajábamos no me acuerdo adonde, en una ruta de tierra, tomé el volante y en un momento dudé de pasar a un camión, ahí fue cuando me dijo...
¨ apurá, dale, sin miedo, pasalo ¨

Han pasado muchos, muchos años, quizás siguiendo su estilo un día decidí ir por más, busqué montañas altas, las más altas que tenía a mano y casi como consecuencia me hice escritor.
No es fácil ser escritor, decidir que uno tiene lo que hay que tener y aceptar que lo que nos toca es seguir, seguir, más que eso... apurar
Es como buscarme los taninos duros, de esos que te muerden el alma, que no te dejan otra opción que esa...
 Ser lo que tenés que ser
Para hacer un gran vino hubo un agrónomo que preparó la viña y un enólogo que lo soñó a ese vino
 Los dos confían que cuando el tiempo venga y lo descorchen ese vino sea un gran vino, le creen al vino .
 Eso hizo mi padre y eso trato de hacer con mis hijos...

¨ Le creo al tiempo, les creo a mi hijos Ari y Nuri  ¨

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