Un paseo embriagante por la naturaleza del hombre, del vino y cómo no... de la mujer.
miércoles, 10 de octubre de 2012
El vino del atardecer
Cuando Juan abre esa botella de vino, se escuchan el destapar del corcho y su suspiro.
Cada tanto le sucede, cierta desesperanza se hace inquietud y, es obvio, este atardecer solitario necesita de ese Malbec, un poco duro, de la Patagonia.
Juan se sirve una copa, media copa, le da tiempo, mientras la mueve, a que los aromas se abran y así como vino el suspiro vienen los recuerdos de Alicia, la mujer de aquel verano, cuando los dos creían que eran eternos.
Nada fue fácil con ella, no era de taninos suaves, domados, redondeados, era intempestiva, discutidora, nada era seguro con ella, salvo...
Como este vino, el final dulce, la deliciosa sensación de que la próxima copa será mejor aún.
Juan nunca más supo de Alicia, sólo le quedó ese estremeciemiento y esa nostalgia, por eso el vino de ese atardecer.
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