Maite está celosa del vino que pide, y toma, Pedro.
Maite sabe que cuando Pedro pide un Malbec se pone nostálgico y habla de
cuando con los muchachos, que ahora tienen sesenta, jugaban al rugby, si
pide un Syrah no hay dudas, se pone cachondo acordándose de sus novias,
si es un Cabernet Sauvignon empieza con sus ambiciones y cambiar
de auto y trabajo y, ni hablar, si se decidió por un blend de esos
llamados de alta gama que tienen todo y mucho tiempo en madera, ahí se
pone místico, y definitivamente aburrido.
Y con los blancos
todo es más ligero, puros chismes.
Pero lo peor es que Maite se siente el postre de esa cena, con carnes asadas y pastas con mucha salsa.
Por
eso hoy se anticipó y le dijo:
"Hoy cenamos una ensalada de verdes con
escamas de sardo y unos langostinos a la plancha con jengibre. Y bebemos Merlot."
Maite sabe que el Merlot es vino que, como ella, reclama que lo atiendan,
tiene todo pero hay que ser minucioso para buscarlo.
Pedro sonríe, sabe que Maite tiene razón. A veces, muchas, el vino se impone, tanto, que se olvida para qué lo pidió...
Para enamorarla a ella.
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