Muriel se desacomodó cuando Juan, sonriendo, le dijo, una y otra vez...
Sobre
elegir qué hacer esa noche, si comían afuera, dónde, qué, qué tomaban y,
por supuesto, si luego iban a su casa, a la de ella, juntos o
separados, no se lo preguntó todo junto pero si cada respuesta dejaba lugar a la próxima pregunta.
Es raro eso, los hombres siempre parecen ser que saben qué quieren, Juan, y es su diferencia, quiere saber qué quiere Muriel.
Muriel
no está segura de lo que quiere, por eso decidió jugar, como armando
un rompecabezas: pidió comer tallarines y tomar un espumante y decidió
contarle que lo que de verdad le gusta, se dio cuenta al momento de
contarlo, es diseñar tapices enormes, de esos que jamás se terminan.
Después de la primer botella de Cruzat Rosé Muriel tuvo claro dos cosas que quería...
Pedir otra botella e ir a la casa de Juan.
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